En esos años fueron varios los carnavales que nos gozamos en el Club Campestre de Santa Marta. Este era el capitaneado por Jazmina Jarma Barros y tuve yo la fortuna de ser su edecán, parejo o compañero de danza. Bajo la dirección artística de doña María Mercedes de Romero montamos una conga, una contradanza y otro baile que no alcanzo a recordar. Desfilamos bailando por las calles de la ciudad e hicimos las presentaciones correspondientes en el club los días de carnaval.
Durante los días del montaje y de ejecución de los bailes, contamos con el apoyo, vigilancia, tutoría y animación de un grupo de señores, con la firme compañía de sus esposas, que como socios de club y padres de casi todos los participantes se hicieron al lado de doña María Mercedes dándole apoyo y poniendo la nota picaresca propia del carnaval. De ellos recuerdo a los hermanos Illige, Bichara Zableth, Peter Ramírez, Carlos Saade, Juan Pinto Núñez, Emigdio Jarma, los demás me perdonarán pero los estragos del alemán no tienen consideración con nadie.
Fueron momentos de juventud interesantes que marcaron huella en nuestras historias personales. Los ensayos en los patios del cuartel de la Policía Nacional eran unos carnavalitos, pues se bailaba de corrido al son de los tambores de la conga, y mientras los demás se calentaban con Ron Caña, un selecto grupo lo hacíamos con Anís Río de Oro, también de la fábrica de licores del Magdalena.
Al amanecer del martes de carnaval, terminada la fiesta en el club, ese selecto grupo que se calentaba con Anís Río de Oro continuó la fiesta en algunos barrios repasando palacios reales en los que éramos recibidos por las reinas y capitanas con los peinados desbaratados, enmaizenadas, desajustados los disfraces y con el maquillaje corrido que ni fantomas en cementerio el día de los difuntos. Nuestra presencia las animaba y ordenaban a alguien que nos brindara cerveza, y ese alguien metía el brazo en el tanque donde el hielo ya se había licuado y lo agitaba buscando, en medio de esa agua helada, las últimas cervezas que quedaban. Y que siga la fiesta, ¡Carajo!
Recuerdo que ese martes los del grupo, enmaizenados y alicorados, terminamos sentados en un anden de la avenida Campo Serrano, frete a la heladería Oasis. Aún nos quedaba una botella de Ron Caña, pero no teníamos vasitos. En esas pasó un vendedor de tinto y para hacernos a los vasos pedimos tinto para cada uno. Alguno de nosotros sugirió mezclar medio vaso de tinto con ron y como la bebida nos resultó agradable convidamos al tintero y éste se quedó sentado también en el andén. Pasaban raudas las señoras para misa de seis, persignándose y mirándonos de reojo.
Pasó de pronto un carro’e mula, y sin pedir permiso lo abordamos, incluso el tintero. Fue ese el día en que Tony Jarma, Raul Gual, Eloy Hernández, José Domingo De Andreis y yo le dimos la vuelta olímpica al centro de Santa Marta, Avenida Campo Serrano, Calle Cangrejal, Paseo Bastidas y Calle Santa Rita tomando tinto con ron. Tiempo después en una visita me ofrecieron Carajillo, al probarlo el sabor me fue conocido. Qué es esto, pregunte. Y la anfitriona, sosteniendo el pocillo con el meñique parado me dijo: eso es café con un chorrito de ron, una bebida típica de España, en especial en Castilla y León.