Siete palabras y más.

Hace años, cuando era un adolecente, sucedía que en un día como hoy, Viernes Santos, el cura de la catedral pasada la hora de nona se subía al púlpito para pronunciar el sermón de las siete palabras, el cual se extendía, igual que hoy día, más allá de las siete de la noche.

En las tiendas de chinos, de las que había una en cada esquina de la ciudad, se reunía una variada cantidad de personajes, todos identificados por el placer de degustar un trago servido en vaso de cartón de Ron Caña, llamado también siete letras, por la cantidad de éstas que forman el nombre, y que compraban por media de media, pues la botella común era equivalente a media botella y de ésta el chino les vendía la mitad.

Se congregaban en esas tiendas desde ilustres abogados, literatos, periodistas, profesores y médicos hasta jaladores de carretillas, mensajeros, carremuleros, los conocidos roneros que beben a diario sin que nadie pueda explicar de dónde obtienen los medios para pagar el trago.

Y no faltaba en ninguna de esas tiendas, a la hora señalada, la vibrante voz de un orador haciendo la réplica del sermón de las siete palabras, cada palabra era asumida por un orador distinto. Adquiría, entonces, el recinto la solemnidad de un sagrado templo y quienes por alguna razón no llegaron a la iglesia, se apostaban en la puerta a escuchar con mucho recogimiento y no era extraño que se les escurrieran algunas lágrimas.

Santa Marta, abril 18 de 2014

6 pensamientos en “Siete palabras y más.

  1. Las viejas costumbres y la armonía social de esos entonces, hoy día ya no queda nada de esas historia que resaltaban el calor social y cultural de nuestra ciudad.

  2. Querido Joaco… saludos.
    Riéndome estoy comentando que no recuerdo haber sido espectador de esta pintoresca costumbre que tu describes, pero seguramente en esos tiempos yo no tenía el interés de observar «ciertas» curiosidades como esas que tu anotas; pero la siento muy real y muy cercana a mí, ya que viví 40 años de la historia de Santa Marta y buena parte de ella fue viviendo en diagonal con una tienda de chinos, época en que todavía no habían llegado los santandereanos con sus «surtidas» tiendas, pero en la cual uno encontraba lo que necesitaba. Me atrevo a pensar que la emigración de los chinos tuvo que ver con la llegada del LEY por allá en los 80’s.
    En Santa Marta hubo bastantes chinos y muchos de ellos llegaron a ser «personajes» de los cuales uno llegaba a ser amigo como vecino y lograr un poco de confianza y conseguir créditos en su mundo hermético y desconfiando. En fin, eso puede ser un anecdotario aparte bastante largo.
    Gracias por esta reminiscencia, porque ya en la tercera edad parece que viviéramos para eso. En mi caso, las reminiscencias constituyen algo que puede alegrar mi vida cuando puedo compartirlas.
    Un abrazo desde Venezuela.

    • Muy grato ese comentario. De cuál tercera edad estás diciendo. Es cierto que algunas cosas que hacíiamos hasta hace años ya son recuerdo y nos duelen hasta las puntas de los pelos, tal vez por ser canas, pero vigor vital nos sobra, así sea que de un momento a otro haya de chorrear por las hendiduras de un atauá alquilado. Lo preocupante, como te dije hace algunos meses, es que me metan en una caja de esas y aún no haya terminado de arreglar el desorden de mi «estudio» y dado un adecuado uso a los pinceles, telas y pinturas que quedan, por eso trato de correr así sea despacio para dar forma y plasmar los restos demoniacos de mis pensamientos.
      De recuerdos he dado vueltas y vueltas a las reuniones que hacíamos en la casa de la 19 en torno a unos tragos de ron centenario con vino cinzano extra dry y hielo, escuchando variada musica, de esa selecta discoteca que tenías, y cuando estaba Pacho, tu papá, sus amigos de las Pes: Picho, Pacho, Pocha, Penso y aquel señor de Gaira con quien alguna vez tuve un desacuerdo y se molestó para siempre.
      Enrique. Un abrazo.

  3. Comencemos por el Ron Caña, hoy puede ser un café Juan Valdéz -cuando no un tinto de $200- el sermón, única verdad revelada de entonces, hoy lo reemplaza la comunicación transmedial y el acto declamatorio era una avanzada a manera de escena corta de teatro callejero…
    La esencia es que no se ha perdido la aguda y profunda reflexión sobre manifestaciones humanas convertidas en episodios conceptuales, cual letanías carnestolénticas que hoy vuelan en smartphones pero con una carga más visual.
    Es la comunicación de la tribu y los chinos de hoy son los operadores de telefonía, que te congregan en su clan.
    El viernes Santo Perdió su solemnidad, al cura lo bajaron del púlpito pero permanece la estética clerical como concepto arquitectónico y patrimonio que define un carácter. Los templos tienen aire acondicionado y te ponen en vitrinas miles de tentaciones.
    ¿Algo cambió? Si, pero tiene su sabor y la generación actual se lo goza a su manera y sin esperar a que modeláramos su futuro. Nos faltó imaginación para proyectar el futuro deseado, por ello vivimos el sueño de otros…
    Saludos y felices reflexiones de Semana Santa.

  4. Juaco creo que se te olvido citar la famosa tienda de la catorce con carrera séptima donde nació la idea de compartir media de media, porque a los cañeros la situación económica era limitada, este compañerismo era siempre entre dos no existía tercero y la media de media se iniciaba la sociedad a las 5:00 A.M. en la tienda del Señor Cuenca. Saludos un abrazo.

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