El arte en la dimensión de las cosas. 14 SRA

Pasada la medianoche la exposición se deslizó a tertulia, corrieron palabras y buen vino también. La vi, me miró, la miré entonces. Viviana, Viviana Covelli me llamo. Levantamos las copas. Ahora sí existe.

Las viviendas rurales, con el paso del tiempo, tienden a ser parte constitutiva del paisaje. En ellas se reflejan tanto las alegrías de los días soleados como  los  pesares de los nublados. Pero ese apaciguamiento alegre del paisaje se quiebra cuando al interior de las viviendas encontramos un mundo con una vibración diferente. En la vereda Tres esquinas, en el municipio de Ariguaní (El Dificil), Viviana Covelli fue impactada por ese hecho: una pequeña casa con techo de cinc y paredes en tablas de madera yuxtapuestas, pintadas de blanco, guardaba armonía con el resto del paisaje, pero al entrar en ella se topó con una realidad totalmente diferente: todas las paredes interiores estaban cubiertas con hojas y recortes de revistas con dominancia de colores rojo, naranja y amarillo, entre blanco, que con calidez ponían en movimiento todos los elementos de esa casa de una sola habitación, como si el colorido emanara de la pantalla del televisor o de la estufa de un fogón. Las hamacas colgadas llamaban al descanso y a la contemplación. Inverso a lo que suele suceder en las casas comunes donde las paredes son decoradas con cuadros de imágenes, en este caso son las imágenes las que cubren las paredes mientras plateros y ollas cuelgan de clavos como elementos decorativos. Esta casa, instalación intitulada 8 – 39, se encuentra ahí en el 14 Salón Regional de Artistas Región Caribe, 2012. La sensibilidad artística de Viviana la condujo a presentar esa casa como su propuesta en este salón de artistas, ella tiene sus razones y su propio discurso para llamar a la reflexión sobre la estética de lo popular. Mas, a pesar y más allá del decir de los guías que acompañan el recorrido en el salón, el público visitante sabrá cómo entender e interpretar esta obra.

Terminado un concierto de palabras y ya entrada la noche me acerqué a la plaza de Bolívar con el fin de atender la invitación que me hiciera Jhon Quintero Quintero para que observara la instalación con que participaba en el 14 Salón Regional de Artistas Región Caribe, 2012. Sobre tres estructuras, de 9 metros de largo por 5 de ancho  por 1 de alto, en madera y metal entrecruzados con cuerdas plásticas, se hallaban tres materas de las que salían matas de yuca. La instalación fue intitulada Bienestar-Nutrición y Placer, enmarcada dentro del concepto de arte público. Es un llamado a la reflexión de la situación alimentaría del mundo y el accionar de las grandes multinacionales, según expresa el autor. De hecho como presentación de obra artística tiene los elementos necesarios para que el observador haga sus propias interpretaciones y reflexiones. Me ha generado inquietud ver una mata de guineo rodeada de varias matas de yuca, a la misma altura, son elementos para el análisis y la reflexión.

Muy buen manejo del dibujo y del acrílico de Manuel José Páez en sus reflejos y trasparencias en el agua y en el mismo salón las fotografías de Esteban Torres, Reflejos y otros amores.

Mauricio Zequeda y Ronald Prado se tomaron todo un salón para plasmar sobre sus paredes con grafito, carboncillo y lápices de colores toda una diversidad de imágenes vibrantes, transmisoras de energía y movimiento. Varios días antes de la apertura de la muestra trabajaron estos artistas para copar con su obra las cuatro paredes. Este gran trabajo ha de permanecer allí durante 45 días, al final de los cuales los dibujos serán cubiertos por carburo o vinilo blanco.

Rafael Gómezbarros presenta cuatro espejos cuadrados atravesados por líneas de cucharas que sobresalen en oposición a su imagen inversa reflejada. Desde el punto de vista armónico, dinámico y estético impacta visual y emocionalmente, independiente del discurso, recitado por el guía acompañante, sobre hambrunas y anorexias.

El arte como producto del ser humano ha tenido todos los movimientos y etapas de éste. Épocas de esplendor, barbarie, estancamiento, decadencia y renacimiento. Si miramos muy fino tendríamos que aceptar que la naturaleza, con todos sus recovecos, es la más grande obra de arte. La consideración de lo que es arte hace tiempo tiene ocupado a los entendidos y críticos. Pero no es posible negar que el arte como producto del ser humano, como expresión de su sensibilidad está directamente relacionado o condicionado por factores sociales y sicológicos del individuo, tanto que es elemento de estudio del sicoanálisis. De esta forma hay cosas que pasan desapercibidas para muchos pero llaman la atención de alguien, quien ve en esa cosa lo que los demás no, y eso lo lleva a resaltarla, a destacarla y a privilegiarla visualmente y es, entonces, cuando es posible que los demás la acepten y consideren o simplemente la ignoren.

Lo que si no cabe es que al lado del objeto señalado como arte nos implanten el discurso que lo explica,  le da valor y vigencia. Una fotografía, por ejemplo, tiene varios puntos a considerar como objeto de arte, la iluminación, la composición, la imagen en sí, etc. Es posible que algún guía nos indique en qué sitio y fecha fue tomada, quién fue el fotógrafo y qué equipo utilizó, pero que no pretenda ese guía recitarnos el discurso de lo que significa la fotografía o lo que el autor quiso representar. Una silla de plástico con una pata remendada en madera no es una protesta contra las minas anti personas, ni un grupo de jaulas repletas de cosas símbolo de rio alguno.

¿Este 14 SRA refleja realmente la diversidad del arte y el arte mismo del Caribe Colombiano? ¿Se podrá hablar efectivamente de “paro de artistas” con el argumento de que “El arte es un acto de resistencia”?