Vecinos y amigos, Víctor Fontanilla Marriaga, In memoriam

Este sábado, la llovizna perniciosa se recogió temprano. Con luna llena, el manto de nubarrones amenazantes se apartó para dejar ver el parpadeo cómplice de las estrellas, en una noche diferente. Esa noche, tiempos que se bifurcan y separan con historias singulares se cruzaron en el encuentro.

Cuatro generaciones cumplieron con la cita. Conocidos y amigos a quienes los años sin vernos habían pintado alguna rayita de más en sus rostros, pero con la misma sonrisa simpática de siempre, como si los viera en fotografías de un álbum de recuerdos. Caí entonces en la cuenta de que todos estábamos medidos por el mismo rasero de tiempo y nos cruzamos en abrazos emocionados.

El silencio fue quebrado por la vibrante y vigorosa voz de don Víctor Manuel entonando un viejo bolero al tañido de guitarras y coreado por sus hijos. De fondo, y para toda la noche, los veteranos de la música caribe con Ricardo Roldán y Roberto Salas con sus  maracas milagrosas.

Y llegaron los mariachis, y don Víctor volvió a cantar. Coronado con sombrero mejicano cantó El Rey. Sí, señor. Este hombre, quien fuera por muchos años contador de Bavaria en Santa Marta, llegó a los noventa rodeado del amor de sus hijos y del afecto y admiración de sus amigos.

En tiempos como estos y en este calamitoso país, cumplir noventa años no es un hecho frecuente, menos llegar a esa edad en pleno vigor. Don Víctor, persona de reconocida integridad y romántico irredimible, construyó su hogar con doña Cristina Roldán, y sus hijos crecieron al fragor de la calle de la Cruz. No han sido ajenos a momentos de dolor y tristeza, que han sorteado con resignación y entereza para salir adelante y realizar sus vidas bajo la mirada afectiva y el consejo paternal oportuno.

A comienzos de los cincuenta, cuando con mi familia llegamos a la calle de la Cruz, encontramos en la familia Fontanilla Roldán unos brazos calurosos que nos recibieron y apoyaron, y las puertas abiertas para una amistad  integra y cruzada entre las dos familias, de la que guardo un baúl lleno de gratos recuerdos.

El destino de cada cual y ese tiempo borgeano que se bifurca, la distancia y la ausencia de algunos, no han logrado impedir que esos lazos de amistad se mantengan firmes.

Este sábado estuve con ellos en el festejo de los noventa años de don Víctor Manuel Fontanilla Marriaga. Fue el reencuentro con él, con sus hijos, nietos y bisnietos, con vecinos y conocidos, separados y silenciados por la distancia pero con la chispa del recuerdo encendida. En esa noche sin lluvia y con la luna escondida entonamos un canto a la vida, al amor y a la amistad. (Noviembre de 2007)

P.S. Terminando diciembre del 2010, a los 93 años don Víctor Manuel se nos adelantó y provisto del respectivo óbolo abordó la nave de Caronte. Mientras despedía a don víctor extendí mi abrazo solidario a sus hijos y familiares, viejos vecinos y amigos.